el señor Michael Thomasson, capaz de atesorar una colección que incluía 10.607 juegos durante el recuento realizado por el equipo de los récords Guiness y que actualmente ya asciende a más de 11.000.
El sótano de este neoyorkino es una cueva lúgubre capaz de acumular polvo suficiente para crear un arma bacteriológica, pero es innegable que cualquier aficionado a los videojuegos, padezca de asma o no, disfrutaría como un niño ahí abajo, perdiéndose entre cartuchos y curiosidades como la Pippin de Apple.
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